Decís que bien ni mal, señora mía,
Me hacéis; estoy de vos tan olvidado
Que aun aliviar con penas mi cuidado
Estorbáis a mi loca fantasía.
Más mal me hacéis que sustentar podría
En el que yo he sentido y vos negado;
Mas, si podéis, hacedme mal doblado,
Hacedme males mil, por cortesía.
Que aunque es bastante para darme muerte
El que a todos hacéis mirando acaso,
Quiero morir por vos de mal más fuerte:
Dadme veneno, dadme, que me abraso;
No beba alguno de él, que está mi suerte
En apurarle la ponzoña al vaso.
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