DESMENUZAR LA TRISTURA
Autor: JOEL FORTUNATO REYES PÉREZ
Su única
Regla consiste
En no descender al hambriento fondo,
En ningún párpado flotante,
Momento de la vulgaridad dulce y amarga,
De hacerse inteligible.
En ser absolutamente vigor y robustez,
Previsible,
En lo más imposible,
De comprender suspiros y letras abigarradas,
Aun para las mejores retinas,
Expertas en muslos, pieles y criptografía.
Así que, por esta única vez, habla grueso de lo blando,
Por ese nosotros del humo que somos, aun en la más felina soledad, con alas y esferas puntiagudas o sin el último permiso.
Te añado un solo amarillento consejo de mi propia sonrisa, regenerada cosecha: no le des el corazón a nadie,
Ni con ingeniería inversa, que se insubordine a las nubes,
y dejate del comer pudoroso y llevarte,
Por tu más entrañable benevolencia del mes,
Con su lenguaje binario en sensatez, de una válvula amigable y tónica.
A esta altura de la muerte, la miel es salada
y nunca vuela bajo ningún ensamblaje distraído,
donde se había rendido el tiempo a los relojes dormidos. ¡Qué lo habían desvalijado!.
Permite escuchar, a las paredes y al techo por debajo de las palabras,
Y la piel de la mano que escribe,
una fascinante sensibilidad y beligerancia,
y complementación entre todos esos modos caligráficos de decir.
Para aquellos
Que descubrieron
Sus primeros estropeados desengaños.
Entre los que se dan más marcadas las diferencias,
Y que pueden ser apreciadas perlas pardas.
Sin ningún esfuerzo por cualquier rincón sin miedo.
Como el pan que llueve y alimenta, y el lecho donde yago.
Y cuando llegue, despacio, tanto como pueda el día del último suspiro y viaje.
Y esté al partir del parto,
Y el grito de alegría sea la nave,
que nunca que ha de tornar, ni tronar, sin entronarse.
Y ante todo, como una manera de dibujar mendaz,
Al huir de la influencia paralizante,
De los años perdidos,
En un instante congelado.
Esos golpes de mieles y limones sangrientos,
son las crepitaciones del silencio siniestro y destructivo
De algún vino, queso, escorpión y pan que en la puerta del horno.
Es culminación y se nos quema, al desvestirse a oscuras, las cortinas y tapetes al
Cerrar los ojos,
Primero las ventanas,
Y con la voz
Y con las manos bajas, amar sin quererlo, ni incitarse a dormir,
Porque hace frío.
Cuanto tuve y defendía ha muerto,
De su propio perfume y ruido,
De su propia mano y espada,
Para estar sobre la herencia del salvaje tiempo pálido, sereno colorado,
Y sus secretos, para caminar sobre sus huesos
Definitivamente quitasueños terrestres y hostilmente quebrados.
Éste es el sentido oculto de las cosas evidentes y los nombres que…
Son la señalización de un lugar denodado paladín,
Intermedio e intermediario en una esquina, donde la piedra o algodón,
Son lo que marca un cruce de caminos, desayunando puentes y lagunas,
Donde la piedra que sostiene al barco posea al tarro fraterno y tierno,
para que sea…¡El último corcovado!.
Autor: JOEL FORTUNATO REYES PÉREZ