Hermoso el visitante,
descubridor de grutas misteriosas
y amigo de mi frente.
Me contó su aventura con las olas;
su pacto con la tierra;
quiso evocar edades ya borradas,
nombres que fortalecen,
y anunciando la noche más difícil
dijo: “busca el lucero”.
(Se iba por la distancia…regresaba…
y a veces largo rato
era mi huésped).
Un día en que los dos – tierra en el aire-
mirábamos formarse entre las nubes
bailarines fugaces
y rebaños de ovejas,
me entregó bellamente algo sagrado:
lo que colmó de alas
mi despertar interno.
“Cuando venga el amor-me fue explicando-
recíbelo con sueltas tempestades
y todo el corazón de tu inocencia.
Reconoce su voz antes que hable…
¡No temas sus incendios!
Por la llegada del amor tus labios
han de volverse cielo.”
“De súbito el amor nos pertenece
en alma, cuerpo y goce.
Es nuestro…y nos convierte en experiencia
escondida y absorta.
Poco a poco se rompe en mil pedazos
entregados a otros,
y al fin somos amor dividido,
que a pesar de tenerlo
siempre lloramos solos.”
“Escucha: no pretendas con su fuego
jugar a mariposa.
Hundida en él tienes que ser valiente,
porque las llamas suyas
no son inofensivas
ni menores”
“Prepara tu verdad más absoluta;
tu punzante corona;
y si quieres vivir para alumbrarnos
avanza en su misterio
con creciente abandono.”