Cuidado no menor

Cuidado no menor, aunque segundo
de Dios, si todo en Dios no fue primero
cuando a nuestro vivir ligó su vida;
no fue estudio menor vencer el mundo,
que ya la obstinación armó de acero,
con voz de doce trompas repetida
– gloria en aquella edad sólo adquirida-,
que agora nos ofrece
por defenderla y conservarla agora,
no sólo en doce Atlantes, que atesora,
porque en setenta Alcides resplandece,
en cuyos hombros sabios de diamante
se eternice su fe pura y constante.

A este viviente erario Cristo fía
la noble exaltación de sus trofeos,
de sus injurias la fiel venganza.
Fatiga y premio les ofrece un día,
que quien a Dios dirige sus empleos
goza la posesión en la esperanza;
y, como en peso grave fiel balanza
otro tanto subir hace su opuesta,
cuanto ella al centro se profunda y yace
de esta noble piedad, surge y renace
de Dios la gloria al orbe manifiesta,
con que se aclamará de gente en gente,
si infalible no más, más evidente.

No ya de fuerza material ceñidas
(porque es caduca en fin su fortaleza)
se ostentan estas basas oportunas;
egipcias son colunas, guarnecidas
de sacras letras, que tendrán firmeza
por doctas, aún mayor que por colunas.
Espejos son de soles, no de lunas,
en cuya ardiente esfera se repite
la fe, el afán, el celo, amor, doctrina
de la esfera apostólica divina;
cuyo instituto en ésta se compite;
a cuyas sacras y seglares herencias
debes, oh hebreo vil, aún evidencias.

Pudo en crédito Dios de su defensa
armar (cual ya le armó) ministro alado,
de fuego y de rigor inexorable.
Puede hoy ser, en venganza de su ofensa,
momentáneo sepulcro un mar airado,
de quien sólo escapaste lo execrable.
Pero con leyes Dios su ley estable,
que más conducen que el cristal y el fuego,
hoy se acrisola, en cuyo santo asilo
o laves tanta mancha en tanto Nilo,
o pierdas las disculpas a lo ciego;
mirando que hoy repite Dios el cargo
que firmó con su sangre a tu letargo.

Canción, si no ha quedado satisfecho
tu asunto que se empeña en alabanzas,
pide, si tanto alcanzas,
que el docto asunto abone tu derecho.


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Poema Cuidado no menor - Gabriel Bocángel