Te recuerdo,
En mis días y mis noches de nostalgias.
El exilio con su embrujo,
Con su techo acogedor y su abundancia,
No te arranca de este pecho enamorado
De tu sol y de tus palmas;
De tu cuerpo, que es caricia seductora
Por la piel de tus montañas;
De los ríos, que sudaban tu riqueza
Como arterias de esperanza.
Más que música de rock,
El concierto de un guajiro y su guitarra…
(Seis agujas musicales
Que cosieron tus costumbres en mi alma).
Más que playas extranjeras coqueteando en mis veranos,
La tersura sin salitre de tus aguas…
(Dulce oleaje te rodeaba la cintura:
Hasta el mar pierde la sal en ciertas playas).
Más que el shopping pavoneando su atractivo,
El pregón de un vendedor en la calzada…
(Las ventanas escuchaban silenciosas:
Ellas eran los oídos de las casas).
Más que Gershwin con su fiesta de instrumentos,
Que me ofrezca su rapsodia un sinsonte en la mañana…
(El sinsonte suelta hamacas por el pico
Y nos mece entre sus pliegues nuestras penas cuando canta.
Más que el fausto y la opulencia
Alardeados desde un Cadillac,
Que me acune en sus pasillos
El estrépito jocoso de tus guaguas…
(Aunque humilde tu transporte,
La sonrisa sobre ruedas cabalgaba).
Te recuerdo
Con tus techos arbitrarios de inexacto crucigrama.
Vuelve pronto a tu palacio, Cenicienta,
Que a las doce de una noche se durmió la democracia.
Abandona a la madrastra que se pudre en vodka y nieve;
No te importe que te miren como a rústica descalza;
Que tu pie, sangrando plomo,
Aún conserva en su contorno la hidalguía de tu raza.
Resucita con la espada y con el verbo,
Que en San Pedro está tu brazo y en Dos Ríos tu garganta.
¡Vuelve digna, bella y libre!
¡Vuelve, patria!