De corales cubiertos el vientre y la cintura,
Escribía sin parar sobre el amor y el sexo de los náufragos.
Escribía a borbotones novelas sobre el hombre
Y su rara costumbre de echar migas de pan en las peceras.
Era como un torbellino.
Como el viento del sur huracanado y tibio.
Así su caminar por el frío y las algas.
Así las trenzas y los vericuetos
Que poblaban el fondo y el olvido oceánico.
Así, sin llegar a dudarlo, que el mundo era un estanque
Y los niños humanos se comían las perlas a puñados.