Cómo me huelgo, pastores,
de que haya sabido el alma
cómo se pagan delitos
de mirar deidades altas.
De todo un sol mariposa,
su fuerza sufren mis alas.
Ni tanta luz me da vida,
ni tanto fuego me mata.
Pena padezco sin culpa,
por más que osado me llaman,
pues nadie evita los golpes
que vienen sin amenaza.
Piadosos, curar me quieren
algunos con la mudanza.
Sin duda ignoran que el mundo
no tiene más de una Anarda.
La muerte civil remedio
es de pena tan hidalga,
porque quien amando muere
es ladrón de su constancia.
Quien la ausencia me acredita
déme poder, si le alcanza,
para que yo no me lleve
adonde quiera que vaya.
El desengañar mi pena
será desacreditarla,
que desengaña primero
aquel que se desengaña.
Nada que esperar me queda,
sino no esperar en nada.
A la muerte estoy, y tengo
en la muerte mi esperanza.