I
Aparece el redondo estremecimiento que instala en el aposento el humus seco de los relojes;
Jala el bochorno de los anteojos con restos de plumas estridentes en los nidos de los sinsontes
Que horadan medidores del alumbrado público; penetra con atosigamiento de polvo
Mientras defecan los gatos la peste de la maledicencia y la poca fe en las ideas
Sesgadas con billeteras y pedazos de ventanas góticas sutilmente imaginadas,
Pues secreta humedad el vendaval de los arco iris apaciguados por la rebeldía de los ojos.
II
Aparece el día y me estremece su altar de termitas que huyen por el fantasma del alcanfor;
Y alza su voz el campanario que derrite el eco envasado con botellas sin códigos ni naufragios en un mar aplanado,
Casi de cementerio, en que los gallinazos reinan con ese ojo siniestro de no compartir los despojos.
Entonces las escaleras rompen las vértebras ilatorias y cae la fe hasta el más profundo misterio,
O avanzan en punta las agujas que se oxidan con el oficio de mis relojes.