En el dintel del cielo llamó por fin la esquila.
Tumban las carrasqueñas voces de los arrieros
Que el eco multiplica por cien riscos y oteros,
Donde laten bandadas de pañuelos en fila…
El humo de las chozas sube en el aire lila;
Las vacas maternales ganan por los senderos;
Y al hombro sus alforjas, leñadores austeros,
Tornan su gesto opaco a la tarde tranquila…
Cerca del Cementerio – más allá de las granjas-,
El crepúsculo ha puesto largos toques naranjas.
Almizclan una abuela paz de las Escrituras
Los vahos que trascienden a vacunos y cerdos…
Y palomas violetas salen como recuerdos
De las viejas paredes arrugadas y oscuras.