Lo llamaste destino, fueron sólo
Brazos de una mujer que te envolvieron,
Unos labios muy dulces, como el sueño.
Nada pudiste hacer, sólo vencerte
Hacia ese amor de mar embravecido.
Destino lo llamaste, y fue el enigma
De un cuello que se inclina, el abandono
Fatal de unos cabellos. Uno a uno
Ordenó los instantes, como adobes
Que levantan murallas sin memoria.