Cayó la lluvia de estrellas
sobre nuestros cuerpos
echados juntos en la cama.
Al amanecer
cayeron dos lágrimas de mis ojos
sobre el pacífico lago
y al pie de las montañas que lo rodean.
Te me quedaste viendo
y dos lágrimas asomaron
a las ventanas de tus ojos:
se quedaron en las cortinas de tus pestañas
porque tuvieron frío.
La letra de la canción fue un salmo
entre tus conmovidos labios.
Llévame otra vez a ese país
donde los deseos cumplidos están
en un vaso de agua
para tomárselos masivamente.
Tómame de la mano
como anoche en la terraza de la vida,
desde donde se ven nuestros mejores años
y no se presiente lo amargo.
Cómete mi boca
como lo hiciste ayer y
mete tu caracol desnudo
en mi concha
para que esta noche mágica también
vuelva a llover estrellas el cielo
y mañana en la mañana
lloren dos cielos
mis ojos de mujer.
Para que mañana tu garganta,
hombre mío sublime,
susurre tu mejor trova
como si por vez primera cantara.
Te tomaré otra vez de la mano
y nos iremos a cruzar el río
sobre las piedras que le nacen
en su cintura de agua
y cuajan su cabeza de dios.