Carta a leda

Tampoco es vana correspondencia el escribirte,
Ya que tus senos transparentes y oblicuos
No sólo me recuerdan los ojos de Glauco,
Los círculos de fuego de la sabiduría,
Sino que este mismo calor así consume llorando,
Clamando múltiple.
La piel del fénix. Oh, la piel del fénix.
Oh la boca del cisne. Oh Leda.
Y luego estaba también este gemido
Sin movimiento de la flor; el rosa pálido
Entre el amarillo en agraz y el rojo estremecido.
Allí el doblez, allí el cielo ondulado,
El mar espeso en la copa colmada.
Tristemente, lentísimamente,
Y luego tan gutural, tan rápido.
Olvido, Leda. Todos los rayos del crepúsculo
Eran un torbellino de oro en tu garganta.
Fuego pálido en la piedra de Carrara.
Según Updike, en el momento en que el Centauro
Hunde la cabeza en la montaña de Venus,
Encuentra allí el estupor, la centella que huye.
La tenuidad la atenuación, el tembloroso vórtice.
Seddenda et percipit.
La plenitud es vacío, Leda.
El sol es agonía.
Somos exploradores de lo que no cesa.
Amantes, interrogadores del cansancio.
Unos ojos nos miran como desde un horno.
Son los ojos del Océano.
El limbo del abrazo dura siglos.
Hondo misterio es este
Sí de la cabeza que recuerda
Una caída enloquecida de caballos
Y el fragor espumoso del abismo.
Salve, Leda. Lejana próxima.
Hija y hermana. Madre numinosa.
Libertad apresada en la torpeza del otro.
Canto de la esposa en el follaje profundo.
Oigo el susurro de tu voz entre las briznas de hierba
Y voy hacia mis sueños como quien posee la cantidad justa.
Tu voz es a la paz lo que el silencio al olvido.


1 Star2 Stars3 Stars4 Stars5 Stars (1 votes, average: 5.00 out of 5)

Poema Carta a leda - Rogelio Saunders