Cuando por soleados caminos del domingo,
Cogidas de las manos venían las margaritas
Con sus limpias enaguas recién almidonadas
Crujiendo melodías de almidón en el viento;
Cuando enardecidas iban las amapolas
Gritando en rojo vivo su pasión anarquista
Por todos los viajeros senderos de la aurora,
Y los claveles eran Caperucitas Rojas,
Las dalias (con sus faldas de encajes) bailarinas,
Ignoradas pavlovas de la verde campiña,
Con tramoyas de vientos, en proscenios de hojas;
Cuando todas las rosas del rosal tenían alas,
Y en vez de ruiseñores canoros en sus jaulas,
Las viejas solteronas mimaban en sus sueños
Tulipanes azules que cantaban:
Era entonces el tiempo feliz de las abuelas;
El bello tiempo ido de las pantallas rosas,
Los relojes de cuco, los bastones de estoque,
Las postales de Niza y el ademán pausado
Con que los caballeros se hacían el bigote;
Tiempo todo cubierto de un fino terciopelo,
Por el que descendían las palabras discretas
En un suave despliegue de susurrantes voces
Cuando el vals entreabría sus violines de llanto,
Y el mundo se apagaba de pura transparencia.