Bizancio

Y no es tan malo el sol, después de todo, cambiando de lugar su gran martillo.

Ebrio un mes tras otro sin tocar la tierra. También yo me distraigo.

(el ébano legible de toda herrería del hombre calcina nuestras playas)

Y por la noche, cuando el rocío hace castillos de los árboles pacientes,

y el silencio alza su puerto en cada gesto,

cede la carne desatada por las grandes migraciones de las aves. Por el agua verde

donde enjambres de astros, con sus máscaras de oro,

recitan lo sagrado para el ojo tierno.

Cuántos navíos ya han cruzado por aquí para encontrar Bizancio.

Cuántos maderos sin sentido, flotando sobre el mar algún destino roto.

También yo distraído, visible por detrás de los peñascos,

aún respiro. Amarrando las barcas de mi ojos.

Entre el que soy y el que he perdido,

sólo media el cansancio de mi boca.


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Poema Bizancio - Ernesto Carrión