A Julio Estorino
Señor, misericordia de aquellos cuyas almas
Soñaron horizontes más allá de las palmas
E inmolaron sus cuerpos a mitad de camino
Con sus ojos abiertos hacia el lecho marino.
Piedad por los que ciegos de marea y de espuma
Jugaron sus destinos a una carta de bruma
Sobre una cruz endeble de goma y de madera.
¡Casi toda mi patria, Señor, es hoy balsera!
Si el mar pudiera hablarnos, con qué dolor lo haría
Él, que conoce a fondo la súbita agonía,
La exánime brazada y hasta el último aliento
De tantos abatidos por el agua y el viento.
Señor, Tú que compartes nuestro rojo calvario,
Piedad para ese pueblo que se arroja a diario
Sobre la interrogante de la negra corriente
En busca de justicia. Piedad para mi gente.
Por cada hijo tuyo malogrado y salobre,
Mi virgencita linda, mi Caridad del Cobre,
Piedad. Por los que lloran desde el fondo del mar…
¡porque hoy ven a los suyos con ganas de llorar!