Mujer y veladora de nuestro humilde nido,
Eres la flor callada que en silencio perfuma
-amor que antaño fuiste mi sol agradecido
Y que hoy tan dignamente te revistes de luna-.
Es decir, novia mía, esposa mía, amada
Que compartes a un tiempo mis luces y mis sombras,
Mujer para mi lucha, mujer para mi almohada,
Parece que renazco cada vez que me nombras.
Inevitablemente nos reviste el otoño,
Pero el ansia no mengua su fuerza atemporal
Por eso yo aún te miro como el bello retoño
Que deslumbró mis ojos con su piel de cristal.
Te quiero por rebelde, te quiero por pasiva,
Por el hondo contraste de tu tierra y tu fuego,
Tu fuego que mantiene nuestra promesa viva,
Tu tierra agradecida, de la que soy labriego.
No quiero imaginarme cuando el tiempo, apenado,
Deshaga el débil hilo que tan fuerte nos ata;
Yo seguiré escribiendo, seguiré enamorado
Pensando que la ausencia tan solo es una errata.
De cualquier modo, amada, te aguardaré sereno
Pues aunque estemos solos, siempre estaremos dos.
Y habrá otras dimensiones para este amor tan pleno
Que podrá perpetuarse sólo en manos de Dios.