LA nieve cae sobre Europa y abre sus fronteras tan un raro lunatismo. hará florecer en el arma del vigilante, a copos, la negra savia que la alimenta.
Yo creía – perdonadme – que la nieve caía muda e e inútilmente, muda e inútilmente, escasa para igualarlo todo. Los grandes pecados asomarían como montañas.
Aún digo que será menos fuerte que los hombres sembrando a manos llenas su triste pureza. Y que el mundo en principio fue una bola de nieve.
Mientras cae infinito sobre el plan de batalla, Dios nos haga fuertes en la hora de apuntar a la cabeza del hermano.
Cae tanto infinito que nos cubre y desborda los sueños de los que somos tan pequeños.
Preparo el arma y sueño que un sol ardiente ahoga todas las aves como si fuera un mar profundo.
Disparo el arma y veo que mi hermano patina colina abajo sobre su sangre y coronado de floridos días.
Descanso el arma y pienso: Siempre donde estuvimos queda una sima que la nieve no sabe tapar.
Reza Europa. Y la tierra, al girar, se envuelve en palabras santas; las diluye y suaviza sus aristas contra ellas.
La nieve cae, fantasma de un llanto imposible, y cubre las palabras santas, y las aristas del mundo, y la sangre patinada.