Al castellano i

En esta lengua que hablo, en estas frases de un eco

Cuántas voces viven, cuánto eres la inmortalidad,

Lengua de plurales que siendo una eres

Metáfora de aquello que siendo uno es lo diverso.

El todo te contiene y tú contienes esa palabra: Universo.

Porque de qué otro modo podrían vivir en estos verbos,

En estas sonoridades, en estos silencios y alturas,

Tantas sombras que fueron y tantas que serán mañana:

De las que serán ya están las palabras en las bocas

Y estuvieron en la luna sangrienta de Quevedo,

En la mañana en que Díaz de Vivar tomó una ciudad

Ya muerto, en la impávida marinería que otra mañana,

De octubre, vio una costa (sueño dentro de un sueño),

Y estaba hecha de dolor, de hambre y de coraje.

Oh lengua donde cabalgan hombres y donde

Tantas lenguas han desembocado,

Ancho río de España que ha salido al mar,

Es cierto que no conservaste para nosotros

La gracia leve de las declinaciones,

Pero del sólido latín vienen tus huesos,

La carne somos hoy los que te hablamos

(el centurión que rige en la provincia

Lejana de su imperio, no comprende

Que al pedir el vino pide a la historia que conserve

Unos distintos matices, unos cambios que no serán

Fugaces como su humana sombra,

Sino el futuro del habla de Virgilio).

El fenicio que apoyaba su balanza en su lanza

Y desde lo conjeturable a cambio

Nos dejó su sangre y sus palabras.

El doctor que en la Torá canta al Dios de Abraham,

El duro visigodo que bautiza a su hijo

Con trabajosas frases que ya no son exactamente las sajonas

Con que fue nombrado. El victorioso muslín,

Que bajo el verde triángulo de sus banderas

No sabe que fue él el conquistado.

El probable griego que lejos de Bizancio

Sumó a sus ciencias el arte de vivir en el exilio.

El capitán de hombres, asturiano,

Que juró sobre la espada de hierro tomar esa colina

Y en la colina duerme desde entonces.

El fraile que en la celda deleita las horas y las horas,

Al resguardo del muro y de su tiempo,

Inclinado sobre el tomo y que transcribe

Siglos después el porvenir de esos ecos,

Las frases de Aristóteles y los dobles sueños de Plutarco,

No conoce que en lo que ara su pluma

Otro rumbo se ha abierto.

Lo supo el triste, el alto, el solo

Que soñó en la cárcel que era Miguel de Cervantes

Y que escribía el Quijote.

Ni el judío ni el moro ni el cristiano

Que disputan y entremezclan sus sangres

En tu sonoro ancestro lo comprenden:

De qué miles de hombres y de historias

Has salido, lengua de Gracián y las Américas.


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Poema Al castellano i - Luis Benítez