Junto a la espuma de un mar extranjero.
Pero no ser el pez, ni siquiera el alga, o
La escoria:
Inmóvil,
Inútilmente cubierto de espinas.
No contar con una mano para hacer visera
Y con otra mano para arrancarse las espinas,
No tener piernas, y pies,
No poder andar hasta el centro de lo conocido, y, allí,
Besar la bolsa cálida donde estuve alojado,
O internarme en lo desconocido, y trocar,
Entre sacudimientos, temblores.
¿cómo?, el destino en su reverso.