Pues las pides, en tu busca
van mis flores ignoradas,
con su modesto perfume
y risueñas esperanzas.
No temas, no, que en sus hojas
tu labio encuentre al besarlas,
ni punzadoras espinas,
ni amarga ofrenda de lágrimas.
No temas, porque han crecido
bajo el amparo del alba,
a la margen de mis ríos,
mirando cielos de nácar.
En sus diversos colores
y en su pureza sin mancha,
llevan débiles reflejos
de los astros de mi patria.
Son humildes, pero tienen
infantiles arrogancias,
cierto orgullo de ser hijas
predilectas de la Pampa
y celosas mensajeras
de mi tierra americana.
Si los vientos de la Europa,
desdeñosos, sesga el ala,
no acarician nunca el seno
de mis pobres expatriadas,
guárdalas en tu santuario,
tierna virgen lusitana,
guárdalas para corona
de tus sienes inspiradas,
donde, lejos de mi tierra,
vivan cerca de tu alma.
Si en las tardes del Mondego,
o del Duero en las mañanas,
estremece tu alma virgen
tierna música de cañas,
y del nido de tus labios
vuela en versos tu plegaria,
acuérdate del que un día,
en las márgenes del Plata,
enseñó tu dulce nombre
a las cuerdas de su arpa.