A un amigo en sus dÍas

Donarem…
Sed non hæc mihi vis…
Gaudes carminibus; carmina possumus
Donare.
HORAT.

Ora que al Cancro abrasador vecino
Nos vuelve el Padre de la luz tu día,
Y tardo guía al piélago de ocaso
Su ígnea cuadriga;

Índicas telas y chinescos vasos
Y candelabros de oro reluciente
Tu amigo ausente en prenda de cariño
Darte quisiera.

Pero, Batilo, la Deidad injusta
Que en rauda rueda sin cesar girante
Vuelve inconstante las humanas suertes,
Me lo prohíbe.

Me lo prohíbe; que de sus riquezas
En hambre torpe, a pérfidos tiranos
Nunca mis manos puras ofrecieron
Fétido incienso,

Ni vil lisonja mis vendidos labios;
Nunca me ha visto la africana orilla
En ímpia quilla sus tostados hijos
Arrebatarla.

Cultor humilde del pierio coro,
Tan solo aquestos, que en mi tosca lira
Ora me inspira, dedicarte puedo
Fáciles metros.

Dádiva pobre, más honesta y franca
Hija de un pecho que, Amistad, animas,
Y que tú estimas más que ricos dones,
Tierno Batilo.

Tú que del Pindo en su florida cumbre
Tal vez gustando el delicioso encanto,
Sabes del canto el poderío inmenso
Do se dilata.

¿Y qué sin canto y números sonoros
Fueran los héroes? Su brillante gloria
Con la memoria de su nombre hundiera
Ínvido el Lethe.

Que, allá en los tiempos primitivos, otros
Más que el monarca de Itaca prudentes,
Y más valientes otros que el Pelida
Hélade viera;

Más densa nube cércalos de olvido.
¡Tristes! La suerte les negara airada
La voz sagrada que desiertas tumbas
Célebres hace:

Vagan las sombras plácidas en torno;
Y al grato son del cántico divino,
El peregrino dice: “So esta tierra
“Ínclitos duermen.”

Fue, que Alejandro aquella voz oyera
Do goza Aquiles inmortal reposo,
Y “¡oh venturoso que un amigo hubiste
“Mientras vivías!

“Y ora en el lecho mortuorio halaga
“Tu paz eterna la meonia lira
“Que el orbe admira al relatar sublime
“De tus proezas.”

Dice y suspira, y humillado calla
Su antiguo ardor; mas hete que a deshora
Inspiradora de furor guerrero
Suena la trompa.

Férvida el alma con recuerdos nobles
Lánzase el Magno, y es su audaz cimera
La que primera, Gránico, tremola
Sobre tus ondas.


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Poema A un amigo en sus dÍas - Manuel de Cabanyes