¡Ah! ¿Qué mucho que al Sol que subía
Se plagiara en divino esplendor
Alma en quieto remanso la mía,
Por abril, entre ramos en flor?
No cayera por brusca pendiente,
Y sería, como ante quizá,
Linfa pura y festiva el torrente
Que frenético y túrbido va.
Envidiosos me culpan con saña
Y me niegan al par honra y fe…
¡Estupenda y horrible patraña
Triunfa, puesto en mi cólera el pie!
Y un consuelo has escrito a mis penas;
Y la tinta consagra el favor,
Si es carmín que ha corrido en tus venas
Y por mí ha pintado un rubor.
¡Con qué brotes la planta retoña!
La fortuna es infausta y no cruel,
Pues que al mísero escancia ponzoña
Y unge al vaso en el borde una miel.
Un misterio me asombra e infatua:
La ternura de un buen corazón,
Y que un viento derribe la estatua
Y no logre apagar el blandón.
¿Esperanzas? La suerte me abruma.
A rivales mi prez causó mal,
Y en mi afrenta redoro mi gloria
Y en la herida reclavo el puñal.
Sueño y rimo. La noche adelanta
Su prestigio parece de ti.
A lo lejos un pájaro canta
Y ¡ay! me dice que lloras por mí.
Una estrella fugaz viene al suelo,
Deshilando en la sombra un fulgor…
Una lágrima rueda en el cielo…
Es de ángel que acude al dolor!