A los divinos ojos de nuestro señor

Al alma que te adora
Vuelve los ojos claros, Cristo amado,
Que más que en sí, en ti mora,
Y todo su cuidado
En sólo tu mirar está cifrado.

Ojos restauradores
De vida, que la dan de amor matando;
Absolutos señores
De cuanto están mirando,
Inmensa majestad representando.

Puro y vivo traslado
De todo el bien que encierra el alto cielo,
Que tras el delicado
Disfraz de humano velo,
Hacen rico y dichoso a todo el suelo.

Sacros soles dorados,
Cuya amable presencia poderosa
Los males desterrados
Deja, y su victoriosa
Luz deshace la niebla tenebrosa.

Rara y suma lindeza,
Y el “Nihil ultra” de la excelsa mano,
Adonde con destreza
Juntó un mirar humano
Con un mirar divino y soberano.

Depósitos divinos
Do está toda mi gloria atesorada,
Espejos cristalinos,
Vista dulce, agraciada,
Dorado día, aurora arrebolada.

Jardines celestiales,
Ameno paraíso deleitoso,
Luceros orientales,
Refugio venturoso,
Puerto en la tempestad maravilloso

En esos ojos bellos
Todo su bien librado el alma mía
Tiene, y colgada de ellos
Vive, que no podría
De otro modo vivir ni un solo día.

¿En cuánto me ha importado,
Que para mí no son, o no hayan sido?
¿o, qué en ellos buscado
De bien he, o pretendido,
Que vano o engañoso haya salido?

Decid, luces serenas,
¿quién de ese dulce revolver mirando
Lazos hizo y cadenas,
Con que el alma enlazando,
Sutilmente la van aprisionando?

Las hazañas famosas
De amor, y sus victorias no imitadas
Siempre, más venturosas
Fueron, y señaladas
Desde ese Alcázar Real ejecutadas.

De tanta hermosura
La fuerza intensa, aun no experimentada
Con dichosa ventura,
En mirarla ocupada
Viene a quedar suspensa y trasportada.

Y habiendo Amor robado
Mi corazón, que en nada resistía,
Le vi que, remontado,
Por el aire subía,
Y en tus ojos con él se me escondía,

Por alcaide celoso,
En medio el pecho, en su lugar dejando
Un afecto fogoso,
Que en llamas abrasando
Le está, y el homenaje a Amor guardando.


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Poema A los divinos ojos de nuestro señor - Luisa De Carvajal y Mendoza