Aúlla el viento en el corral,
Ciego, furibundo, afilado
Como lengua de serpiente.
Se me funden los dedos entre las teclas
Y la pantalla me mira con la cara burlona
De un clérigo que se ríe de mis pecados
Mientras me cicatea penitencias.
Siento que no me queda
Más que el esplendor de los membrillos
En otoño, y las noches
De tangos arrastrados debajo
De la maldita luna.
Pero dejo libre el aire enrarecido, los hedores
Del estiércol, y vuelvo sin remedio al tiempo
de los álamos aquellos.