En mi pecho tenía un corazón.
Y para mí tensaba sus cuerdas, el teclado
a una señal tuya,
al acorde más leve de los dos.
Era un haz de sonidos,
una grana gozosa y trepidante,
como un astro, al comienzo,
que estallara a la vida al mando de tu verbo.
Tenía un corazón.
Y yo lo oí cantar cuando tú estabas.