La danza está en los huesos.
Los agita como a árboles sin fruto.
Andenes, tumbos, años
sin vuelta, arenas, humo de las horas,
caricias, erosión y ley sudada.
La danza está en los huesos
blancos como el desierto o el insomnio,
esqueletos exhaustos, luz sin fe.
Las manos son gaviotas asustadas
y los pies le preguntan a la tierra
la música oxidada y obsesiva
de los que caen buscando su motivo.
La danza está en los huesos, desolada,
sin cuerpo en qué apoyarse, vuelo viudo
sobre el desierto que es tan sólo suelo.
Su densidad es alta y leonada,
onza que husmea el miedo,
asustado sudor de la gacela.
Aliento en fuga, don de arder bailando,
humo en busca del fuego, íntimo incendio,
la danza está en los huesos.
En su médula sabia crece y canta
la luz huérfana, azul, del horizonte.
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