En el agujero del silencio
O sobre la algarabía descuidada infantil,
Encontré un árbol solo con flor rosada
Abriendo su caudal sobre la acera:
Tenía la cresta contra la mañana del cielo,
Y era como una mano, era como
Un pensamiento amigo. Lo poseí
Con tanta fuerza, que nos quedamos aún más solos
El árbol de flor rosada y mi alegría.
Pero luego pensé: triste, acaso imposible
Era este príncipe hasta que yo vine,
Y mis ojos, que atestiguan su perfección,
También le dan realidad. Y esta felicidad
Mía, a solas, quizás es también imposible,
Es como un árbol de flor sin embargo necesaria
Que se desperdicia entre silencio y ruido,
Inexistiendo tal vez, sin el ojo
Que al mirarla, alegrándose,
La haga de veras. Entonces
Uno escribe un poema.
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