Cuando el cielo amenaza
Con nubarrones que asesinan astros,
Tu amor se siluetea en un refugio
Genuino y reposado.
Estragos y tormentas en acecho
Sucumben al avance de tus pasos;
Por eso no les temo a las tormentas,
Por eso no me asustan los estragos.
Amores he perdido.
La sangre que fecunda borró su propio rastro.
¿Ingratitud? No importa
Si alimento mi triunfo de mis propios fracasos.
No importa los que un día dejaron de quererme;
Tampoco aquellos que jamás me amaron:
Hay suficiente vino en tus bodegas
Para embriagar mis labios.
Abordé tu ternura
Cuando sólo tenía el salitre en las manos.
Hoy prescindo de todo,
Porque en todo estás tú, como un milagro.
Para este corazón, víctima injusta
Del más grande de todos los naufragios,
Ha puesto proa al sol – eternamente –
La brújula norteña de tus brazos.