Todavía cuando

I

Todo en nosotros fluye como savia,
como el agua de la palabra cuando,
con acentro y sin él. Somos adverbios
de lugar sin lugar.

Nuestro caudal
busca el mar y lo llama y no conoce
las tierras que atraviesa, las ciudades
que se miran en él, la sed, los puentes
que lo salvan, los frutos que algún día
nos deberán su jugo, las historias
que contará el rumor de nuestra ida,
qué tormentas nos aman ni qué pájaros
bajarán a saciar su sed a nuestra orilla.

Fugaces, raudos casi, pasamos por el mundo
como por los sembrados las sombras de las nubes.
Y nos vamos lo mismo que vinimos,
sin saber hacia dónde ni a quién ni para qué.

Vasallos de la edad, siervos del siglo,
esclavos de ir tirando, cuántas noches
nos preguntamos cuándo y todo calla
y soñamos que desaparecemos
sin dejar más mensaje que un puñado de humo
en las manos atónitas de quienes nos amaron,
un hueco de calor entre las sábanas.

II

Somos edad y donde. Somos cuando.

La memoria es un cuando indefinido
(cuando te conocí, cuando te fuiste)
o imperfecto (cuando éramos felices,
cuando llegabas tarde). Al desear
somos aún más cuandos (cuando vuelvas,
cuando llegue el momento, cuando quieras),
más subjuntivos y desamparados.
Incluso cada día, en la costumbre
que nos somete y nos identifica
(cuando salgo de casa, cuando escribo),
somos adverbios, con o sin acento.
Y sólo cuando duermo duerme el cuando.
Todo es cuando se acaba.
Sin cómo ni por qué, la vida es cuándo.

Cuándo la libertad. Cuándo nos vemos.
Cuándo el amor. Cuándo la poesía,
capaz de seducir al tiempo y darle
la voz que va buscando, nuestra sangre.

Hoy es mi cumpleaños
y no ha venido nadie a visitarme.
Soy feliz de estar vivo. ¡Cuánto cuándo!


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Poema Todavía cuando - Juan Vicente Piqueras