Tiempos tristes, feroces,
de condenas a muerte,
de prolongadas sombras en aullidos y llantos.
No se puede dormir y si se duerme
el sueño es una cárcel clavados los cerrojos.
Tiempos en que el amor pena sobresaltado,
roto por las llamadas urgentes a la lucha,
en que pueden sacarlo a la fuerza del lecho
para ser fusilado una lívida aurora.
Tiempos malditos de diarias súplicas,
de noches angustiadas en espera del día,
de ese negro minuto en que una mano helada
tacha sin vacilar la vida de los hombres.
Tiempos desesperados,
infelices, sombríos,
en que es casi un delito el contemplar las flores,
alabar los azules del mar y la armonía
del vuelo de las aves que en otoño se alejan.
Pero a pesar de tantos largos años oscuros,
tiempos también del alma que en su alto desconsuelo
espera que la luz se filtre entre la sangre
y se establezca en paz por encima de todo.