Nunca dije te quiero sin sentirlo,
advertí en la Amistad la veta inagotable de un tesoro
y nunca competí con un amigo
ni por empleo, ni fruta, ni mujer.
Porque el sustento es noble en la Amistad
y una fruta jugosa
puede siempre esperar nuestra mordida.
Sembrar ese manzano puedo con un amigo
en medio de una isla desierta en el océano.
Y una mujer jamás disputaré al amigo
porque ella puede decidir adónde
dirige en plenitud el corazón que tiene,
en dónde pone el corazón que usa a su manera.
Y puedo por mí mismo
buscar una mujer que quiera amarme
a la sombra del árbol que sembré con mi amigo
y comiendo los frutos que habré de cosechar.