Era un pez instruido.
Un pez con cierta clase que buscaba, insaciable,
Tesoros escondidos y objetos extraviados.
Tenía buenas costumbres:
Bailaba siempre tangos con los tordos reales,
Llevaba las escamas con elegancia suma,
Se alimentaba de esponjas y se comía las flores
Que se iban deshojando en las curvas del aire.
Yo lo amaba por sacarme a bailar
Y dejar boquiabiertas a todas las sirenas
Que pasaban el día rondando la pecera
Robándome la sal y las dos piernas.