A José Antonio Antón Pacheco
A sus labios descendían los ángeles
Con sus alas de plata, le obsequiaban
Con palabras de tibia eternidad,
Maravillosos fuegos, armonías
De planetas, de músicas, de hogueras.
En las calles de Londres, el murmullo
Del viento anunciaba la escarcha
De sus cuerpos, los ángeles más blancos
Le traían palabras de otra vida,
Como a esos ancianos – tan secretos –
Que recogen la luz al mediodía.