¿Dónde quedan mis descansos milenarios
Hacedores del amor que te nombro en cada verso?
He comenzado a jugar con el amor cándido de tus veinte,
Pues siento la tibieza de piel nueva como el soplo del horizonte.
He comenzado a verte como manantial de caricias tiernas
Que de joven, como lluvia, me bañaban
Y que hoy como sequía se alejan.
Tus labios son simplemente la muerte
Del sedentario sueño de poseer una sonrisa tersa
Y la negación implícita de ser un camino que reverdece.
Tus ojos son el vuelo de una nube diáfana
Desdobladora de anhelos y guiños.
Tus manos, fielmente, son un eterno clímax de roces.
Lo malo de todo es esta terquedad de amar sin permiso
A lo inusual, a lo no establecido, a lo prohibido, a lo sencillo, a lo todo.
Lo malo es no vencer las miradas más sublimes y estresantes
De las lagartijas que en nuestro patio roen.
Lo malo es reivindicar el orgullo con un rostro fresco
Para atenuar lo lascivo de otras grietas.
Lo malo es que muy bien te quiero en esta constelación
De eclipses perversos.