Sepultan la luz bajo el negro suelo

Sepultan la luz bajo el negro suelo.
El cráneo y su sueño se quedarán a oscuras
Y a oscuras beberá el desnudo
El agua de las piedras.
Contra el cristal,
La mejilla de la niña, su mirada
Hacia donde las horas se espesan
Y la bondad agoniza;
Después soñará con bosques deshojados,
Una boca abierta en mitad de la palabra añil.
Ahora los pájaros se desbandan,
Rozan con sus alas los árboles y los techos;
¿existe espacio de calma, onda en la superficie,
Roca terrena o celeste, fruto de Edén, de Matisse
En este lienzo extendido al ojo de la lluvia?
Sepultan la luz a la hora más grave;
La entierran bajo capas de turba;
El mar retrasa su ola,
La tierra espera, en silencio, sedienta.

En el centro del día, la muerte, insepulta.
En mitad de la noche, un relámpago helado
Contra la madera que se pudre,
La palabra que se pudre.
¿Pedir
Una respuesta-estallido de bengala,
Una hipótesis ingeniosa,
Un polvo para el rostro que ya es casi sólo huesos?
¿Soñar con una nevada donde nunca hubo nieve,
Con una lluvia donde siempre fue desierto?

La playa recibe los detritus,
Y yo desnudo tu espalda;
La tierra se enferma de un mal grave,
Acaso incurable, y yo beso tu vientre.
Hay una locura en el filo de la sábana,
En el silencio de la lámpara,
En cada marca en la pared,
En el agujero donde cabemos
Y no cabe otra cosa.
Una tormenta sin nubes se desata.
Te abrazo, tiemblo un poco, te penetro.
Hay una locura en las cartas escritas,
En ese zapato del aire, en la ropa dispersa y sin nadie.
Las ruedas girarán y seguirán moliendo,
Las corrientes arrastrarán a los débiles
Y, quizás, a nosotros, mañana, entre ellos.
Pero, ahora, el temor huye,
Oscuro, por lo oscuro.

¿Y el cuerpo? Por la materia cruda,
Una herida para cumplir
Alguna remota profecía.
En cada ojo de la noche,
Un furor se disipa.
Sufrirás, tendrás un mal,
Extrañas mujeres traerán ungüentos
Y culparán al amor,
Al relámpago.
El cuerpo
Tiene ahora dos orillas,
En una dragón y en otro sulfuro,
Y luz en diagonal sobre cuerda tensada, incierta,
Y mares opacos, agrios, ilimitados,
Y arre transido de miedo, de pena.
En cada ojo del día,
Un deseo, sal o nácar, se disipa.

En el silencio, aguja, en lo oscuro,
En el desabrigo de los abrigados,
En la lluvia de astillas sobre los techos,
En el agua quieta y en el temblor
De los que sueñan.
Aguja,
Punza el ala, pincha la cáscara,
Hacia donde se acomoda la gracia.
Hacia donde se acomoda amor,
Capa tras capa en nieve y en turba,
Abajo, en el fondo, voces y manos,
Manos y sábanas, voces y sábanas


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Poema Sepultan la luz bajo el negro suelo - Carlos Barbarito