Oh, si en la copa, de amor aun llena,
Logré sediento refrescar mi labio;
Si ya en tu seno reposo mi frente
Pálida y triste;
Si el dulce aliento respiré de tu alma
Tu voz oyendo repetirme – “Te amo”
Si el rostro tuyo su calor divino
Dejo en mi rostro;
Oh! si tu llanto v tu sonrisa he visto
Fijos están sobre mi tus ojos,
Pegada estando a tu amorosa boca
Mi boca amante;
Si ya he sentido sobre la onda amarga
De mi existencia difundirse el néctar
Que Dios depuso en tu aromado cáliz
Blanca azucena…
Decir ya puedo a los fugaces días:
“Pasad, pasad, que la vejez no temo,
Pasad llevando las marchitas flores
Que me ofrecisteis:
Que yo en mi pecho como don celeste
Una flor guardo inmarcesible y pura,
Flor que tan sólo para mi ha brotado
Sobre la tierra.
Tiempo incansable, si jamás tus alas
de paso mueven la dorada copa,
Siempre del néctar, que el amor me brinda,
Llena hasta el borde,
Oh!, ni una gota derramarse puede!
Nada a mi dicha robarás, Oh tiempo!
Que el pecho amante do fijó sus rayos
Vívida lumbre,
Tiene más fuego que cenizas tienes:
Y el alma mía, de inmortal esencia,
Más amor guarda, que tu noche puede
Guardar olvidos”.