Ya no más en las noches, en las noches glaciales
Que agitaban los rizos de azabache en tu nuca,
Soñaremos unidos en los viejos sitiales.
Ya no más en las tardes frías, quietas y grises,
Pediremos mercedes a la Virgen caduca,
La de manto de plata salpicado de lises.
¡Ay! Es fuerza que ocultes ese rostro marmóreo:
Vida y luz, en un claustro de penumbras austeras
Donde pesa en las almas todo el hielo hiperbóreo.
Nos amábamos mucho; mas tu amor me perdía;
¡nos queríamos tanto…! Mas así me perdieras,
Y rompimos el lazo que al placer nos unía.
¡Es preciso! Muramos a las dichas humanas;
¡seguiré mi camino, muy penoso y muy tardo,
Sin besar tus pupilas, tus pupilas arcanas!
Plegue a Dios cuando menos que algún día, señora,
Muerto ya, te visite, como Pedro Abelardo
Visitó, ya cadáver, a Eloísa la Priora.