Supe desde niño de la materia oscura
Y así dibujé presentes omnímodos.
El miedo era la sombra agolpada en mi pecho:
Puño cerrado la palabra sin andar,
Todas las sombras imponiéndose a la luz.
Yo desperté quebrando el cielo de los espejos:
Trituré el asfalto y el muro del aliento reteniéndome.
De qué sirve el miedo entre sangre y neuronas,
Qué extraña esencia lo cubre de noche
Para que inhiba la carne y transpire la piel
Como la lengua de un mediodía extenuante.
Esta impura llaga es la calle de mis ajetreos:
El mar que existe en la memoria, en la órbita de los ojos,
El todo habitado, el árbol marchito, sin tronco…
Qué luz de ese miedo me encegueció hasta el vacío:
No puedo encontrar un cielo distinto sin fantasmas.
Voy a decirle adiós para sentirme con vida:
El miedo es como este Universo absurdo y cierto donde vivo.