Cuando uno muere, en la tumba
Se queda encerrada el alma,
Hasta el día que en la losa
Rueda de amor una lágrima.
El sol el llanto evapora,
Y en el vapor, a las altas
Regiones del cielo asciende
Tranquila y feliz el alma.
¡Triste de aquel que en su muerte
Ninguna lágrima arranca!
¡No tiene quien lo redima
Ni quien liberte su alma!