a Teresa M. de Bassús
Ella era en mí
y yo en mí y en ella
mitad de una simbiosis
entre impaciente
y necesaria.
Ella me arrojó de sí
pero volví a ocuparla
porque partidas
éramos sólo un soplo.
Apenas una argucia.
Nada.
Por eso
la tarde en que el tordo negro-azul
aquél
se fue
nos fuimos ambas.