La certeza se tiene pocas veces
Igual que el perfume del trópico
Cuando la ciudad se encubre a sí misma
Y se abotona de nuevo
Y nieva
Y nadie la surca
Y ni siquiera subsiste la sospecha
Antiquísima de larvas que comparten
Muslos noche con el miedo
La cicuta
La audacia fingida del anís
El temblor que un encuentro imprevisto
Bajo el olor en retirada de las lilas
Impone a una memoria de ropa despojada
Pulgares húmedos y carne cóncava
Donde la luz conoce la única verdad
Del pubis traspasado
Del abandono que envuelve
Una y otra vez
Al diminuto encaje
A las cremalleras que danzan
Como incienso litúrgico
Como llama de alondras donde el aire se inflama
Y los labios resuelven el desorden
Que queda siempre, mudo, en el silencio.