Peregrinos del alba

A la dotación del buque
“Sirene” (1836)

Extranjero, tú que no pudiste ver los ahorcados,
abuelos, padres, alucinados alguna vez, constructores,
del marfil en Ifé o Benin, príncipes amurallados
Tú que no puedes imaginar este mar lleno de muertos
Este país como una obscena laguna,
como un umbral de maliciosos recuerdos
Quiero que conozcas la impiedad del yugo
Que te avergüences también
de la sangre aminorada
En nombre de mis antepasdos blancos
yo te hablo
En nombre de Canoon, el negrero:
“Cuando zarpamos el mar de grande se me perdía
en los ojos. Luego de seis meses de navegar
llegamos a la costa cerrada de unos árboles
salvajes e hincosos. Llevábamos piedrecillas
moradas y algunas telas de tafetán que luego
se convirtieron en un estupendo amasijo de
negros bien corpulentos y negras que nos
aseguraron paridoras…”

Ahora piensa en la travesía, aquellas cabezas
negras, aquellos brazos pulidos comidos por la
malaria y el tifus
Piensa en la fiereza del mar batiente
y los cráneos amarillos abajo

Toma por una calle cualquiera de mi ciudad
y oirás los tambores invocando la oración
y un dios mitad trueno mitad palma
hablando por los caracoles

Escucha, extranjero
Sé tú mi única ventura
Déjame darle a estos ojos un sosiego
A este remordimiento una salvación
Acompáñame hasta el amanecer
Te parecerá mentira una isla así tan sola
y estos peregrinos inaugurando el alba siempre


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Poema Peregrinos del alba - Miguel Barnet