En cierto lugar
-por fortuna ya inexistente –
Y de cuyo nombre no quiero acordarme…
-Sí señor, es pecado, ¡un gran pecado
Tener cierto talento en esta empresa!
¿Sin carné de mediocre? ¡Fastidiado!
Primero he de vaciarle la cabeza.
Verá, el sistema es simple: si obedece
Y se abstiene de dar sus opiniones
Por ejemplo, no diga: “Me parece…”
Ni: “Yo creo…”, en las pocas revisiones
De sueldo, lo tendremos muy en cuenta.
No debe demostrar lo que usted sabe
Para que nuestra empresa esté contenta.
Si es más que los demás, aquí no cabe.
Actúe como sombra. La luz propia
Sólo es digna de los ejecutivos.
Nunca origine nada. Sea una copia
De su jefe – mas claro – con estribos.
En cada interminable conferencia
-seis o siete que al día se dispongan
Para adular el “YO” de la gerencia –
Acate cualquier pauta que propongan.
Y elogie en voz bien alta. En resumen,
Si piensa llegar lejos, siempre asienta
A cualquier cretinez que el buen cacumen
De su jefe decida. ¿Se da cuenta?
Así vamos creciendo. Este edificio
Lo hicimos de esa forma. El talento
Es más que peligroso, ¡es casi un vicio
Que deberá aplastar sin sentimiento!
¿Acepta? ¡Bien! Aquí tiene su yugo.
De ahora en adelante esté dispuesto
A traerme el café, la leche, el jugo…
¡y verá que jamás pierde su puesto!