No de mi casa en altos artesones

No de mi casa en altos artesones
Brilla el marfil ni el oro,
Ni columnas, que corta en sus regiones
Apartadas el moro,
Sostienen trabes áticas. Ni intruso
Sucesor, el alcázar opulento
De Pérgamo, ocupé. Nunca labraron
Púrpuras de Laconia, para el uso
De su señor, mis siervas;
Pero vivo contento
De que jamás faltaron
En mí, virtud y numen afluente:
Soy pobre; pero el rico a mí se inclina.
Ni pido más a la bondad divina,
Ni para que mis fondos acreciente
Importuno el amigo generoso:
Harto soy venturoso
Con mis campos sabinos.
Una y otra después arrebatadas
Huyen las horas y de igual manera
Las nuevas Junas a morir caminan.
Tú, cercano a la muerte,
De mármol edificas levantadas
Fábricas; olvidado de la tumba:
Y estrecho en la ribera
De Bayas, donde el piélago retumba,
Buscas en él cimiento.
¡Qué mucho! Si los términos vecinos
Alteras avariento,
Usurpando a tus súbditos la tierra:
Por ásperos caminos
Tímidos huyen la mujer y esposo,
Ambos al serio puestos
Sus dioses, y sus hijos mal compuestos.
Pues no, no tiene el hombre poderoso
Palacio más seguro,
Que la mansión del Aqueronte avara:
Ella le espera habitador futuro.
¿Para qué anhelas más? Si al que mendiga,
Hambriento y desvalido,
Y al sucesor del trono, igual prepara
La tierra sepultura.
Ni el audaz Prometeo el aura pura
Volvió a gozar, con dádivas vencido
El que guarda las puertas del Averno.
Él aprisiona a Tántalo, y la estirpe
De Tántalo famosa:
Él de quien sufre angustia dolorosa,
(invocado tal vez, o aborrecido)
El llanto acalla en el horror eterno.


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Poema No de mi casa en altos artesones - Leandro Fernández de Moratín