A Susana y Ángel González
TANTOS coches pudieron arrollarme,
pude haberme estrellado tantas veces
contra un pretil, un poste, un muro, un árbol,
pude haberme ahogado en tantas aguas,
Arga, Néckar, Cantábrico, Caribe,
pude haberme quedado en el quirófano,
pudo volarme la granada aquélla,
pudo helarme la carne aquel cuchillo,
pudo haber disparado aquel soldado,
pudo habérseme hundido aquella viga,
pudo electrocutarme el cable aquel,
pudo haberme arrastrado aquel alud,
pudo aplastarme el cráneo aquel derrumbe,
pude haber resbalado en aquel tajo,
pudo llevarme aquella inundación,
pude partirme en dos en aquel hierro,
tantos toros pudieron traspasarme,
tanto avión pudo ser cadalso y féretro,
pudo mi corazón, a@ºn niño, hendirse,
pudo aquella infección ser más secreta,
pude ser brasa en el incendio aquél,
pudo abrazarme tanta oscuridad,
tanto silencio pudo silenciarme,
pudo ser aquel sueño realidad,
pero aquí estoy aún, tan asombrado
por tanta muerte en falso, agradeciendo
la vida y la palabra, planteándome
qué designio me trajo hasta esta hora
en que enumero, acepto y obedezco
y pregunto qué soy, quién soy, qué espero.