Esta noche estoy solo, es primavera, y llueve,
Y barajo el recuerdo como un viejo tahúr…
Loco rey de una noche predominante y breve,
Sólo he sido la sombra de una nube en la nieve
O el temblor de una espiga bajo el viento del sur.
Amar era mi anhelo, pero amé demasiado,
Sin que me engrandeciera jamás un gran amor…
Y ahora están resurgiendo las mujeres que he amado,
Melancólicamente, del fondo del pasado,
Y yo cierro los ojos, para verlas mejor.
Ellas supieron darme la eternidad de un día,
La gloria de una noche llena de amanecer;
Y eran ofrendas vanas que yo no agradecía,
Evaporados vinos de una copa vacía
Que iba de mano en mano, de mujer en mujer.
Todas fueron princesas en la magia de un cuento;
Todas fueron mendigas de un agrio despertar…
Y ahora ya nadie escucha mi acento descontento,
Porque soy como un buque batido por el viento,
Que se quedó sin velas en la orilla del mar.
Queriendo amar a tantas, quizás no amé a ninguna,
O amaba solamente mi propia juventud;
Pues eran, al reclamo de una buena fortuna,
Propicio todo instante; toda cita, oportuna;
Toda puerta, accesible; frágil toda virtud…
Mi corazón cantaba sobre la primavera,
Cuando hasta en las espinas quiere abrirse la flor…
Después se fue apagando mi bujía de cera,
Pero tan lentamente como si no supiera
Si empezaba una sombra o acababa un fulgor.
Ellas, las que me amaron, supieron de mi olvido;
Y ellas, las olvidadas, me olvidaron también.
Y hoy, a veces, me miran como a un desconocido,
Como si me miraran buscando un parecido
Que les recuerda a alguien, sin recordar a quién.
Usurpador furtivo de caricias ajenas,
Ejercité mis besos para la ingratitud.
Y hoy, mercader de espumas, agricultor de arenas,
Prófugo delirante que añora sus cadenas,
Soy un hombre sin sueños entre la multitud.
Pero si por la gracias de un Dios caritativo
Renaciera de pronto la juventud en mí,
Yo, esclavo de mi sombra, libertador cautivo,
Olvidaría entonces la vida que ahora vivo,
Para vivir de nuevo la vida que viví…