Me vuelvo esa persona demorosa,
confusa, cuya prisa más la atrasa
cuando sale; no sabe qué le pasa.
¿Las redes o tejidos? ¡Buena cosa!
Los huertos y jardines, tanta rosa,
fruta, alfalfar, viñedo, bestias, casa;
riegos, siembras, cosechas
-labores a sus horas y en sus fechas-,
libres actos rituales suyos, míos,
constante campesino milenario
que se encarna en mis propios albedríos,
ni hosco ni demasiado solitario,
algo sociable, alguna vez parlero;
hombre que vive a gusto,
sobresaltado por el solo susto
de perder, rey feliz, el reino entero,
donde al fin otra fruta ágil madura:
sangre propia enraíza en su escritura.
…..
Se enreda en los olvidos y en las llaves.
Quizá no haya cerrado bien la puerta.
Vuelve. ¿Dio de comer a perros y aves?
Les brinda presa y grano. ¿Listo? -¡Alerta!
-llaman cuclillos de relojes viejos-.
Ni caballos ni tren, coches o naves,
obran milagros hacia los festejos
antípodas, llameantes de entusiasmo
glorioso, que se apaga a estas alturas:
ni a los postres llegaras. Como en pasmo
de amor contemplas siembras, frondas: juras
que no saldrás debido a la tardanza,
sin confesarte nunca esas ternuras,
ni el temor a perder frutas maduras:
quizá la Muerte, súbita su lanza,
allá en la misma fiesta al fin te alcanza.