A Jorge Eduardo Arellano
Y en memoria de Hugo Carrillo.
Mayo.
Lluvia, metido invierno
Devuelto al cielo
En luces de avión que despeja.
Firmamento roto.
Estrellas y sueños
Atrapados
En pasaporte provisional.
Dádiva
Presta a devolverte
Tu ciudad
Contra todo lo que pese
En el tenue viento del regreso.
El destino es Managua,
Y va flotando en el ojo
La burbuja de mi lágrima.
Hasta pronto
He dicho a Paquito y a Roberto
(Felipe no cree que regrese)
Ya en el avión
Pienso en Managua:
Padres y hermanos
Recibiéndome con potente y unánime abrazo;
Pienso además
En las cosas que se quedaron
Esperándome
Con el candado puesto:
En el apartamento
Habitado por libros y sombras,
Bajo la inspección cotidiana
De Amy Irving en la pared,
En el bar de mármol
Con sus botellas multiformes
Absorbiendo soledad
O goteando crápula
De esporádico regocijo.
Pues tocar tierra firme es una solemnidad,
Necesaria para levantar la casa,
Destruida
Por fatales dioses
Cuyos nervios de pólvora
Fueron transferidos
Al cementerio de la vergüenza.
Por eso
Tantas aguas memoriales
Derramándose
En forjados vértices
De apuñalados recuerdos
Sobre estos cielos
Con patrias
Encontradas
En el ritual
Del reencuentro,
Adecentadas
Fijas
En el milenario barro encendido
Por la alta
Luna de Chelajú
Y mi travies
Luna Chorotega
De queso y leyenda
Bajo cuya luz
Ahora desciendo.