No es con lámpara de sal, supliciatoria,
cómo debes iluminar los trapos perversos que nos cubren.
Hubo huevos de codornices en las fiestas funerales,
blanquísimas uvas y rayos de sol sobre las uvas,
sonajas repitiendo el tintinear tan ácido del sacrificio.
Se disipan tinturas en la piel:
ya se reparten las máscaras.
¡Pero por qué este dios en holocausto!
– Hijo de la luz, hijo de la luz-, dirán después del día.