Al poeta André Cruchaga.
Son incapaces de coleccionar mariposas
porque odian los alfileres.
Coleccionan sueños multicolores
que vuelan en sus propias primaveras
o en sus jardines de verano.
Aman la luna llena
pero son incapaces de volverse lobos,
hombres y mujeres que aúllen,
porque sólo saben susurrar o cantar.
Son como las aves, que vuelan
con su pico señalando el horizonte.
Se lanzan en paracaídas a la vida diariamente.
Su alimento es un grano de trigo
o un grano de arroz o un grano de maíz
que tienen adentro de su corazón.
Se picotean solos para comer
y beben el agua de cualquier arroyo cristalino.
Siembran para los demás,
les gustan las flores y las hierbas.
También coleccionan conchas del mar,
sonidos de olas atrapados en caracolas,
piedras de la montaña, pinos, hojas secas,
tañido de campanarios olvidados,
barquitos de juguete, cartas adivinatorias,
constelaciones en cielos despejados,
huellas de ballenas en el agua,
estampitas de santos, velas,
fotos de niños con hambruna,
palmeras inclinadas en los paisajes,
sombreros de la abuela, muñecos,
plumas que se les caen a los ángeles,
cajitas de chocolates, cascarones de huevos pintados,
bolitas de vidrio, libros, nubes…
y atesoran trozos de frases
en un cofre de mil y una noches
de desvelos.
Escriben palabras que los músicos
pueden convertir en Canciones,
a veces escriben cosas intrincadas
que nadie más que ellos entienden.
Tienen una bodega con variedades de vinos,
donde nunca entra el sol
y el vino dulce, se hace más dulce,
y el vino amargo, aún más amargo.
Se llama cava corazón
y detrás de sus finos toneles habitan
escorpiones amaestrados.
En los bolsillos no llevan dinero,
sino un espejo, cerillos y un arcoiris.
Nunca piensan en nada útil.
Son, indiscutiblemente, demasiado sinceros,
y por eso no son queridos por muchos.
Dibujan la verdad en sus papeles.
La mayoría de sus cuadernos se perderán
cuando pase una o varias guerras,
pero aquél de ellos que con una página
queme tanto como la bomba del holocausto,
será recordado.